FELIX BARGADOS DÍAZ
SALUDA
Desde el Dpto. de tai-chi f.a.k.y.d.a.
DEPT. DE TAI-CHI DE
LA
“Contra la tolerancia está inmunizado todo aquel que viaje con una ideología en la maleta”
A nosotros, occidentales refinados, se nos enseña desde muy
pequeños a dar las gracias cuando algo es de agradecer.
Sin embargo en el ámbito de los artes marciales orientales se
considera grosero “agradecer”, porque
si alguien te favorece en algo, irremediablemente te quedas en deuda (giri). Por tanto, la forma apropiada de agradecer es
devolver un servicio compensatorio cuando
se presente la ocasión.
Y hete aquí mi ocasión; mira tu por donde el favor es la ocasión.
De modo que en vez de dar las gracias por permitirme dirigiros
estas palabras desde el dpto. de tai-chi f.a.k.y.d.a. voy a ofrecer una suerte
de bondad mucho más instructiva. Intentaré proyectar un simple pero enriquecedor
rayo de luz difractada sobre los bellos paisajes de los artes que apasionan a
todo buscador de la verdad, desde las altas lomas donde el karate prístino, el
majestuoso tai-chi… en definitiva, el verdadero e inefable arte marcial toma su
punto de fuga hacia las insondables cimas secretas donde reside el templo del
saber humano. Ahí va:
Cuando el agua candorosa
se congela por el gélido temporal adquiere una forma rígida muy concreta y
acabada. Los flamantes estereotipos cristalizados son “modelos perfectos” como
lo son muchos estilos tradicionales “estirados”, aunque tarde o temprano acaban
por mostrarnos sus dientes y sus feas pezuñas, en parte porque lamentablemente estos
excluyen todas las infinitas posibilidades creadoras y liberadoras,
lastrándonos en la frecuente “fijación funcional”.
Por otro lado, el agua
que fluye alegremente, conserva todo su potencial liberador para deslizarse y
adaptarse a cualquier cauce, es decir, arte marcial que lo contenga. Sin él no
existiría el fluyente río del “do”, puesto
que las aguas se agotarían en la carencia de límites y su destino final sería
dar al traste, vencidas sobre el
ilimitado campo abierto.
En el arte marcial supremo que ronda las dimensiones
superiores del Ser
-como lo es el tai-chi y debería ser también el karate- la técnica y nosotros mismos, aspira a ser como el líquido elemento que se amolda a cualquier cauce o arte marcial que lo contenga. Así que no se te ocurra congelarte en una tradición rígida con patrones técnicos, porque las ideas “absolutas” y la igualdad atentan contra nuestra libertad. Y desde el sincretismo de nuestra federación, donde siempre reina la buena entente, luchamos -creo yo- con heroísmo tranquilo contra todo lo absoluto que encarcela y promovemos a todos los que quieren ser diferentes, luchando contra el rancio y estéril tradicionalismo que prefiere que seamos tristemente todos iguales, porque estamos convencidos de que la intolerancia es lo único en el mundo que no debe ser tolerado.
-como lo es el tai-chi y debería ser también el karate- la técnica y nosotros mismos, aspira a ser como el líquido elemento que se amolda a cualquier cauce o arte marcial que lo contenga. Así que no se te ocurra congelarte en una tradición rígida con patrones técnicos, porque las ideas “absolutas” y la igualdad atentan contra nuestra libertad. Y desde el sincretismo de nuestra federación, donde siempre reina la buena entente, luchamos -creo yo- con heroísmo tranquilo contra todo lo absoluto que encarcela y promovemos a todos los que quieren ser diferentes, luchando contra el rancio y estéril tradicionalismo que prefiere que seamos tristemente todos iguales, porque estamos convencidos de que la intolerancia es lo único en el mundo que no debe ser tolerado.
Sólo así podremos convertirnos en la suave brisa capaz de penetrar
todos los rincones, en el agua cristalina capaz de adaptarse a cualquier
recipiente, en la energía de los rutilantes rayos del sol de pureza diamantina
que auroran en cada nuevo amanecer y que acaban por brillar en nuestro interior
proyectándose a nuestras manos (te), y…haciendo gala del significado del término “kara”, siempre
estaremos como la copa vacía,
lista a ser llenada...DE
ALGO QUE MEREZCA LA PENA.
FELIX B.
DÍAZ
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